(el autor en el pedestal donde estuvo el monumento a John Lennon)
El viento trae
rumores de excesos. Cada rincón guarda el recuerdo de una época intensa, los
años locos del Quindío que llegaron de la mano de un excéntrico personaje. Narco
sui generis, loquito caprichoso, rockero, prospecto de político y filántropo a
su muy particular manera. El hombre de la década, el enemigo del estado, el
amigo, el piloto, el jinete de la cocaína, el padre. Carlos Enrique
Lehder Rivas.
Nos recibe el
domingo con un sol que aporrea el asfalto cuarteado y los adoquines descuidados
y llenos de hierba de la Posada Alemana. La Autopista del Café se llevó la
otrora bella portada que simulaba el acceso a un castillo medieval y el puente
que comunicaba el complejo con el sector de las cabañas particulares. A la
izquierda la caseta de vigilancia yace con el techo hundido y albergando aún
restos de una conflagración. A la derecha se alza aún majestuosa una gran
construcción de dos plantas con arquitectura alpina que solo los pájaros, los
murciélagos y los jugadores de Paintball (me incluyo) aprovechan. Las jaulas
que antes albergaban leones y cóndores hoy guardan gallos de pelea y gallinas
flacas.
Construida a
final de los 70´s en la vía Armenia – Pereira, en un alto desde el cual se
contempla medio Quindío, el hotel Posada Alemana fue el primer gran complejo
turístico que existió en esta tierra, 20 años antes de que los “genios” del
mercadeo nos vendieran el pajazo mental de que somos emporio turístico, los inversionistas
de otros departamentos arrasaran cientos de hectáreas de tierra cultivable para
convertirlas en balnearios que generan muy pocos empleos y nos pusieran 2
parques temáticos con precios para turista europeo. La Posada estaba abierta para todos, la discoteca era visitada por personas de todo el país y, según testimonio de los que disfrutaron sus lujos, se conseguia el whisky más barato de la región. Siendo objetivos, Lehder es el verdadero pionero del turismo en el Quindío, no el Parque del Café.
Comenzamos el
ascenso por las escaleras que llevan al sitio donde se alzaba el orgullo de
Lehder: su monumento a John Lennon obra del escultor antioqueño Rodrigo Arenas
Betancourt y que en 2003 desapareció sin dejar rastro. Cuenta una leyenda
urbana que los días 8 de diciembre de cada año, conmemorando la fecha en que Lennon fue asesinado, seguidores del ídolo de Liverpool prendían velas y lloraban su muerte en este
lugar de peregrinaje. Hoy solo queda el pedestal.
Alcanzamos la cima
de la loma y nos reciben las ruinas del restaurante, que colapsó tras un
incendio a principio de los 90´s y del cual aún se alza altiva la chimenea.
Atrás está el otro orgullo de la Posada, la discoteca que en la fría humedad
del abandono parece aún estar viva; el viento trae notas de Supertramp y los
Beatles en la cervecería, y pareciera que el octágono del piso de acrílico aún
vibrara con The last train to London de Electric Light Orchestra. En algún
rincón, un fantasma vestido como John Travolta en Saturday Night Fever se da un
clandestino pase de cocaína que luego pasará con un whisky. ¿Cuantos artistas
famosos pasarían por aquí? Otra leyenda urbana dice que siempre quiso traer a los Rolling Stones; de aquella época dorada de la balada en español, se rumora que estuvieron Camilo Sexto, Fausto y
Leonardo Fabio.
De la
infraestructura hotelera es poco lo que queda, sí bien casi todas las cabañas
siguen en pié, solo conservan la chimenea y las alfombras. Uno que otro colchón
lleno de hongos queda del mobiliario de antaño, amén de algunos televisores de
lujo abandonados en un rincón de la construcción grande, un VHS y un tocadiscos
en lo que fue la recepción. Los armarios y las tinas muestran señales de
violencia, esperanzas de encontrar una caleta por parte de soñadores (léase: ladrones). El complejo de
suites que se encuentra al fondo está totalmente saqueado, cubierto de musgo y con
el techo a punto de colapsar.
Tras la
extradición de Lehder a los Estados Unidos en 1988 y el posterior proceso
de extinción de dominio, al estado le quedó grande costear el mantenimiento del
complejo y lo echó al olvido. Un par de familias campesinas (de pésimos modales, por cierto)
habitan las cabañas del patio central; las zonas verdes son custodiadas por vacas
y gallinas. Duele ver cómo el potencial de este sitio como destino turístico
haya sido desperdiciado, duele el abandono. ¿era tan difícil darla en comodato?
Se nubla el
cielo, el aguacero es inminente. Cuando salimos, el viento sigue trayendo
rumores de excesos.