martes, 6 de agosto de 2013

La Posada Alemana: tras las huellas de Carlos Lehder



(el autor en el pedestal donde estuvo el monumento a John Lennon)

 El viento trae rumores de excesos. Cada rincón guarda el recuerdo de una época intensa, los años locos del Quindío que llegaron de la mano de un excéntrico personaje. Narco sui generis, loquito caprichoso, rockero, prospecto de político y filántropo a su muy particular manera. El hombre de la década, el enemigo del estado, el amigo, el piloto, el jinete de la cocaína, el padre. Carlos Enrique Lehder Rivas.

 Nos recibe el domingo con un sol que aporrea el asfalto cuarteado y los adoquines descuidados y llenos de hierba de la Posada Alemana. La Autopista del Café se llevó la otrora bella portada que simulaba el acceso a un castillo medieval y el puente que comunicaba el complejo con el sector de las cabañas particulares. A la izquierda la caseta de vigilancia yace con el techo hundido y albergando aún restos de una conflagración. A la derecha se alza aún majestuosa una gran construcción de dos plantas con arquitectura alpina que solo los pájaros, los murciélagos y los jugadores de Paintball (me incluyo) aprovechan. Las jaulas que antes albergaban leones y cóndores hoy guardan gallos de pelea y gallinas flacas.




Construida a final de los 70´s en la vía Armenia – Pereira, en un alto desde el cual se contempla medio Quindío, el hotel Posada Alemana fue el primer gran complejo turístico que existió en esta tierra, 20 años antes de que los “genios” del mercadeo nos vendieran el pajazo mental de que somos emporio turístico, los inversionistas de otros departamentos arrasaran cientos de hectáreas de tierra cultivable para convertirlas en balnearios que generan muy pocos empleos y nos pusieran 2 parques temáticos con precios para turista europeo. La Posada estaba abierta para todos, la discoteca era visitada por personas de todo el país y, según testimonio de los que disfrutaron sus lujos, se conseguia el whisky más barato de la región. Siendo objetivos, Lehder es el verdadero pionero del turismo en el Quindío, no el Parque del Café.

Comenzamos el ascenso por las escaleras que llevan al sitio donde se alzaba el orgullo de Lehder: su monumento a John Lennon obra del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt y que en 2003 desapareció sin dejar rastro. Cuenta una leyenda urbana que los días 8 de diciembre de cada año, conmemorando la fecha en que Lennon fue asesinado, seguidores del ídolo de Liverpool prendían velas y lloraban su muerte en este lugar de peregrinaje. Hoy solo queda el pedestal.



Alcanzamos la cima de la loma y nos reciben las ruinas del restaurante, que colapsó tras un incendio a principio de los 90´s y del cual aún se alza altiva la chimenea. Atrás está el otro orgullo de la Posada, la discoteca que en la fría humedad del abandono parece aún estar viva; el viento trae notas de Supertramp y los Beatles en la cervecería, y pareciera que el octágono del piso de acrílico aún vibrara con The last train to London de Electric Light Orchestra. En algún rincón, un fantasma vestido como John Travolta en Saturday Night Fever se da un clandestino pase de cocaína que luego pasará con un whisky. ¿Cuantos artistas famosos pasarían por aquí? Otra leyenda urbana dice que siempre quiso traer a los Rolling Stones; de aquella época dorada de la balada en español, se rumora que estuvieron Camilo Sexto, Fausto y Leonardo Fabio.







De la infraestructura hotelera es poco lo que queda, sí bien casi todas las cabañas siguen en pié, solo conservan la chimenea y las alfombras. Uno que otro colchón lleno de hongos queda del mobiliario de antaño, amén de algunos televisores de lujo abandonados en un rincón de la construcción grande, un VHS y un tocadiscos en lo que fue la recepción. Los armarios y las tinas muestran señales de violencia, esperanzas de encontrar una caleta por parte de soñadores (léase: ladrones). El complejo de suites que se encuentra al fondo está totalmente saqueado, cubierto de musgo y con el techo a punto de colapsar.

Tras la extradición de Lehder a los Estados Unidos en 1988 y el posterior proceso de extinción de dominio, al estado le quedó grande costear el mantenimiento del complejo y lo echó al olvido. Un par de familias campesinas (de pésimos modales, por cierto) habitan las cabañas del patio central; las zonas verdes son custodiadas por vacas y gallinas. Duele ver cómo el potencial de este sitio como destino turístico haya sido desperdiciado, duele el abandono. ¿era tan difícil darla en comodato?

Se nubla el cielo, el aguacero es inminente. Cuando salimos, el viento sigue trayendo rumores de excesos.










3 comentarios:

  1. hola amigo para ir a la posada alemana hay q tener autorizacion ??
    o no hay nadie cuidando?

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    1. hay un señor allí aunque hay que dar una especie de "soborno" para que te deje entrar, pues el cobra la entrada, pero ud negocea.

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  2. no hay nadie alli ... muchas veces paso por este sitio que lastima que quedo abandonado.. una de las propiedades del uno de los grandes capos de la droga

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